viernes, 22 de octubre de 2010

Boston, una ciudad vieja para un hombre nuevo


Son ya casi dos meses desde que llegué a esta ciudad, de las más viejas de este país joven; la primera gran ciudad que erigieron los padres fundadores, esos benditos que, escapando de un rey que los quería laminar, laminaron a unos indios a los que aún anualmente se agradece que los dieran de comer, cosas de la vida...

Suena raro a un europeo el entusiamo con el que habla el lugareño de su larga historia, aunque bien pensado, yo nunca llegaré a vivir 300 y pico años. Boston es sus Celtics, sus inumerables parques, sus ardillas que se cruzan y desaparecen a cada instante. Es Harvard y otra media docena (que yo sepa) de universidades más.

Vivo en Prospect Hill, un vecindario tipo de la periferia de la urbe, plagado de casitas unifamiliares de 3 alturas, muchas compartidas por dos propietarios: el de la planta baja y el del resto de la casa. Precisamente por este tipo de edificios, una ciudad como Boston es tan grande en extensión como Madrid y, sin embargo, tiene solo un tercio de su población. El edificio más antiguo del barrio es la torre erigida en homenaje a los primeros independentistas que alzaron la primera bandera contra los hijos de la gran Bretaña.

Puede ser cierto que acá fueran los primeros en casi todo, pues el país empezó por estos lares, pero es curioso como he escuchado varias veces la misma cantinela: hace dos semanas, recogiendo manzanas en la campiña de la ciudad de Concord, al noroeste de la capital, nuestra chófer, Nancy, una mujer con dos perros y devoción por su hermano -nos refirió cada paraje que había hollado su allegado: la casa en la que nació, el colegio en el que estudió, el campo donde entrenaba...-, señaló que los ciudadanos de esta villa fueron los primeros en plantear batalla a campo abierto a las tropas de su Majestad.

La cultura de la ciudad es tan rica que no se agota en Harvard, aunque solo en esta universidad se podría ir a varias decenas de conferencias, seminarios, coloquios, obras de teatro o presentaciones de libro al día. Sorprende la limpieza de sus calles, aunque las vías de la ciudad vieja, por mor de una alcantarillado algo vetusto, tienen de vez en cuando unos negros y malolientes invitados. Dicen que el bostoniano es el peor conductor de los Estados Unidos, pero el peor de los conductores bostonianos sería un tipo medio en las Españas y un tranquilo piloto italiano.

La gente, en términos generales, es amable y se esfuerzan por entender al extranjero que balbucea inglés con acento mesetario (mi caso), pero llama poderosamente la atención el individualismo rampante: la gente come sola, siempre con su portátil o un libro, salen de las clases y marchan solos y veloces a la biblioteca para sacar los libros de la sesión de la próxima semana. Si les preguntas te responden cordialmente, pero no parecen interesados en ir más allá.

Esto cambia, claro, en el caso de los estudiantes extranjeros, especialmente mediterráneos o latinoamericanos, que son multitud. Un tipo mejicano, de aspecto autóctono precolombino, Humberto, es paradigmático de este grupo, siempre sonriente y dispuesto de ir a 'tomar' un trago. Experto en cine y organizador de eventos fílmicos, Humberto anda terminando el doctorado, que empezó ya talludito siguiendo a su mujer, que encontró trabajo en Boston.

Los estudios doctorales acá son como otra carrera, o más bien maratón: 3-4 años de asignaturas y otros 2-3 dando clase, con asignaturas (lo estoy sufriendo en mis carnes) que exigen leer un libro y varios ensayos a la semana, amén de presentaciones en clase y trabajo final de curso. El examen final general abarca 75 libros.

La vida universitaria no tiene mucho que ver con la cotidiana de las gentes del área de la bahía de Massachusstes (sin solución de continuidad, Boston se prolonga en una serie de pequeñas ciudades, lo que en Madrid serían distritos), que disfrutan de curiosas costumbres como visitar un desguace como si de un parque de atracciones se tratara. El típico día para toda la familia que detallaré, en toda su bizarrez, la próxima semana...