domingo, 25 de abril de 2021

El incierto futuro de la educación paraguaya

En junio del año pasado, cuando la pandemia apenas comenzaba a dar sus primeros estertores, cuando no imaginábamos que nos aventurábamos en una océano embravecido plagado de olas gigantes que  batirían una a una sin atisbar el final de la marea, cuando la vacuna está aún lejos del alcance de la mayoría de países del mundo (Paraguay incluido), bien por ineptitud de los gobiernos, bien por el egoísmo internacional (o las dos cosas), escribí un ensayo por entregas sobre la situación del sector educativo paraguayo.

El artículo gozó de una limitada repercusión, a tenor de las visitas en la web del diario digital que lo publicó, Nova Paraguay. De modo indirecto, sin embargo, me llegaron veladas críticas que me afeaban, precisamente, el tono crítico (pero constructivo, a mi entender) empleado. Otras (las menos) fueron de alabanza. Un año después de que empezara todo, en el año I d. c. (después del coronavirus) recibo desde el otro lado del charco, en la vieja España, noticias nuevas del nuevo mundo que hablan de profesores a los que se les redujo el sueldo y les doblaron los alumnos por clase, de instituciones que hacen malabares para seguir funcionando mejorando a marchas forzadas sus sistemas a distancia y de alumnos que intentan no perder años adaptándose a un sistema que no es lo que esperaban y que pierde la interacción inmediata que solo da la presencialidad. Son, en realidad, noticias viejas que no auguran un tiempo nuevo.

Es por esto que he creído conveniente colgar acá el link al artículo que compendió las tres entregas de la serie por si algún político distraído o asesor ministerial que frecuente esta bitácora decide que algo puede hacerse para enderezar el rumbo de la nave en medio de tan catártica tempestad. Y uso el término griego, pues, si no aprendemos de lo que estamos viviendo, no nos redimiremos nunca de nuestros defectos (proporcionales al nivel de responsabilidad en el sistema) y estaremos condenados a subir eternamente la losa de nuestra incompetencia social para no llegar nunca a arrojarla al cráter purificador. 

Se dirá, ¡qué fácil es hablar! Más fácil que actuar, sí, pero no lo es cuando el discurso no guarda coherencia con los actos. De mi etapa como gestor educativo no guardo remordimiento alguno, pese a poder haberlo hecho mejor. Puse en ello todo mi empeño. Aún ahora sigo trabajando en un proyecto que espero veo la luz para mejorar la competencia de nuestros profesores de lengua. Es tiempo de los valientes que tomen decisiones drásticas desde las instituciones. Es el momento de los héroes que, con su negativa a hacer algo ilegal o algo inmoral, sus protestas pacíficas en las calles, sus críticas en medios y redes sociales y con su voto, empujen al cobarde intocable a tornar en valiente (aun aparencial).

Ahí dejo mi mensaje:

http://www.novaparaguay.com/nota.asp?t=El-incierto-futuro-de-la-educacion-paraguaya&id=26144&id_tiponota=3